Bela Lugosi, Christopher Lee, Frank Langella y Gary Oldman son algunos de los actores que han interpretado a Drácula en la pantalla grande. A la lista se suma Nicolas Cage, quien busca dejar su marca como el icónico vampiro en la película Renfield, que estrena hoy en cines.

El histrión interpreta al gran Conde, personaje creado por Bram Stoker para la novela de terror gótico Drácula, de 1897. Dirigida por Chris McKay (The Tomorrow War), la comedia oscura de horror se centra en Renfield (Nicholas Hoult), secuaz de Drácula, en su intento por conseguir una vida propia, lejos de su amo.

Mejor conocido por su trabajo en películas como Face-Off, Con Air, City of Angels, The Rock y Gone in 60 Seconds, Cage se ha visto involucrado en el mundo de la actuación y Hollywood por más de cuatro décadas. Su tío es el cineasta Francis Ford Coppola, su prima la directora Sofia Coppola y sus primos los actores Robert y Jason Schwartzman. El protagonista de filmes como Moonstruck, Raising Arizona, Ghost Rider y Adaptation, cambió su nombre a temprana edad de Nicolas Kim Coppola a Nicolas Cage, inspirándose en el personaje de Marvel Comics, Luke Cage, y el compositor John Cage.

Cage ganó el Oscar a mejor actor por su interpretación de un guionista alcohólico, en el filme Leaving Las Vegas (1995). Actualmente, continúa una buena racha, tras cintas como Kick-Ass, Joe, Mandy, The Croods, Spider-Man: Into the Spider-Verse, Pig y The Unbearable Weight of Massive Talent, donde interpretó una versión ficticia de sí mismo.

CineXpress tuvo la oportunidad de conversar con Cage, ganador del Oscar, quien reveló detalles de su inspiración para Drácula, la obsesión del público con la mitología de vampiros, así como otros temas explorados en el largometraje.

¿Hubo algún momento de vacilación para aceptar el papel?

Es uno de esos personajes a los que no sé cómo decir que no a la invitación. Creo que Drácula es un personaje que se ha hecho bien algunas veces, pero en su mayoría no se ha hecho muy bien. Y lo que hice fue estudiar los momentos en que pensé que Drácula había sido bien interpretado a lo largo de los años, como Gary Oldman, Frank Langella y Christopher Lee, y simplemente verlo como un punto de partida y elegir lo que me gustaba de ahí. Y luego, pues ver realmente qué podría traer al papel, que podría darle algo de energía, algo de chispa y algo de frescura.

¿Cuál fue tu inspiración para esta versión de Drácula?

La mayor influencia fue mi padre, August Coppola. Siempre hablaba con distinción y tenía un acento del Atlántico Medio. Siempre supo que era el hombre más inteligente en cada habitación en la que entraba y se aseguró de que lo supiéramos. Y pensé que era perfecto para Drácula, porque Drácula ha existido durante 400 años. Luego, también pensé en Anne Bancroft, quien también habló con un acento del Atlántico Medio como la Sra. Robinson en The Graduate (1976). Y esa relación para mí fue una relación muy seductora, al estilo de Drácula, que no fue muy agradable. Así que pensé que Anne Bancroft y August Coppola serían las dos mayores influencias, y que desde el principio sería diferente y algo que no habían visto antes.

¿Fue un reto conseguir el balance entre el horror y la comedia?

Cuando tienes comedia y terror y los combinas, pueden suceder cosas mágicas. Pero tienes que dar en el blanco, de lo contrario, realmente todo se puede estrellar. Afortunadamente, el director Chris McKay sabía lo que quería. Siempre estaba realmente buscándolo y lo estaba encontrando todos los días. Nicholas Hoult es la estrella de la película y estaba aportando sus habilidades cómicas. Y con esa inmensa vulnerabilidad que tiene en sus ojos, supe muy pronto que íbamos a estar bien. Me sentí seguro con esos dos.

La película aborda las relaciones tóxicas, un tema muy relevante. ¿Fue esto algo que te atrajo al proyecto?

Esa es la palabra clave: relevante. Eso es lo nuevo de esta historia con Drácula y Renfield, situada en tiempos modernos en Nueva Orleans. Te da algo para mirar que la audiencia puede reconocer fácilmente. Y aunque son dos personajes sobrenaturales demasiado absurdos, todavía se trata de algo simpático. No se burla, sino que lo trata con un ojo compasivo, porque es un tema serio. Incluso, si dos o tres personas sacan algo de eso, sería genial. En toda esta divertida experiencia de ser una comedia de terror, en realidad hay algo de patético.

¿Por qué crees que a la audiencia le fascina la mitología de vampiros?

Aunque es un personaje sobrenatural, realmente habla de la experiencia humana. Tomas cosas preocupantes como la adicción —ya sea alcohol, heroína o sexo— y lo suplantas con una sed de sangre, eso es algo que puedes ver cómo es. Está deseando sangre como desear un whisky en las rocas. Siempre he dicho que Drácula es amor en el exilio, lo que significa que se volvió malo. Es alguien que hizo un contrato con las fuerzas oscuras porque le quitaron su amor, y cuando no puedes recuperar el amor, te vuelves malo. Y creo que esos elementos humanos son la razón por la cual los vampiros y Drácula resuenan con el público aún hoy.