Para su decimoséptimo filme, el celebrado estudio Pixar ha decidido meter la mano en el pozo de pasados éxitos para traernos la tan esperada secuela Finding Dory. Situada seis meses después de los eventos de la original Finding Dory (2003), esta secuela nos presenta la increíble aventura que la amnésica Dory comenzará a lo largo de la costa de California para intentar encontrar a su familia. El cineasta Andrew Stanton (John Carter, Wall-E), que dirigió la primera, aquí regresa al mando de la secuela.
Lo bueno…
Finding Dory funciona principalmente gracias al genial y divertido guión escrito por Victoria Strouse y el director mismo, Andrew Stanton. Donde la trama de Finding Nemo era bastante simple y derecha (encontrar a “Nemo”), aquí el dúo decide voltear todo, dándole el enfoque a “Dory” (encontrar a sus padres). Adicional a esto, aquí la historia juega con el tiempo, dándonos “flashbacks” de cuando “Dory” era pequeña junto a sus padres. Esto ayuda a redondear más el personaje principal y la aventura que tiene por delante. También, el mismo toca temas importante y serios – principalmente la perdida de memoria a corto plazo de “Dory”. Durante estos momentos de pausa, donde los sentimientos reinan, es donde la cinta realmente encuentra su “sweet spot”.
En cuestión de las actuaciones, el elenco completo es buenísimo. La comediante Elle DeGeneres es genial como la ahora protagonista “Dory”, ofreciendo risas y lagrimas a lo largo de su viaje. El actor Albert Brooks (Drive, This is 40) nuevamente trae gravitas y experiencia como “Marlin”, quien junto a “Nemo” ahora funcionan como personajes secundarios y de apoyo a “Dory”. Los personajes nuevos “Destiny” y “Bailey”, interpretados por Kaitlin Olson y Ty Burrell respectivamente, son fantásticos ofreciendo gran ayuda a nuestra heroína, al igual que bastante del humor. Y el actor Ed O’Neill se roba el show interpretando al maestro del camuflaje, el hastiado pulpo “Hank”. El mismo seguramente se convertirá en un personaje favorito de los fans.
Lo malo…
La falla más notable de Finding Dory es con la velocidad en que la misma se desenlaza. La cinta nada a un paso muy ligero. Hay algunas paradas emocionales a lo largo del tramo, pero en general la cinta vuela a toda velocidad. La película siempre anda brincando de un local a otro y presentándonos nuevo personaje tras nuevo personaje. En varios instantes, todo esto puede ser demasiado input en tan poco tiempo. El tercer acto es el más que sufre de esto, terminando en puro caos.
Otro fallo del filme es que opta por tener un final falso. Y el problema no es que trate de lograr el “twist”, sino que el mismo termina siendo uno muy telegrafiado. Debido a esto, sus 103 minutos de duración se sienten algo pesados, arrastrando dicho final falso (algunos 30 minutos).
En fin…
Aunque reconozco que no es mejor filme que su predecesor, sí admito que me gustó más. Energética, cómica y llena de encanto, Finding Dory fácilmente es la mejor secuela que Pixar ha logrado desde Toy Story 3. Sintiéndose más como una pieza complementaria que una secuela en sí, Finding Dory definitivamente es una aventura que vale la pena tomar. Y junto a toda la familia, de ser posible.