Con el mes de agosto llega un nuevo año escolar, la nueva temporada de football americano y el estreno de la nueva oferta de Walt Disney Pictures, la comedia dramática de fantasía, Christopher Robin. Inspirada en los libros de Winnie the Pooh, del autor A. A. Milne, la película es una adaptación live-action dirigida por Marc Foster y protagonizada por Ewan McGregor y Haley Atwell. En esta ocasión, la historia se enfoca en Christopher Robin, el niño de las historias de Winnie the Pooh, ya de adulto y que ha perdido todo sentido de la imaginación. Ahora, Pooh y sus amigos del Bosque de los Cien Acres aparecen para ayudarlo a encontrar ese niño que aun vive en él.

Lo bueno…

Christopher Robin es una carta de amor al niño que vive en cada uno de nosotros. Su historia es una muy bonita y tradicional. Además de atrapar al espectador con miel y nostalgia, la cinta incluye un lindo mensaje en su centro y toca temas muy relevantes como la familia, el honor, la amistad, la sinceridad y el optimismo. Añádele a todo esto unos tremendos visuales gracias a la magia del CGI mezclado con lo live-action. El diseño de Winnie the Pooh y sus amigos, es genial. Por ejemplo, sus apariencias lucen más gastadas por el tiempo. La interacción visual entre ellos y los humanos es ejecutada muy bien.

En cuestión de las actuaciones, Jim Cummings, Brad Garrett, Toby Jones y Nick Mohammed hacen excelente trabajo supliendo las voces de los peluches, mientras que Ewan McGregor – como de costumbre – es buenísimo como el ancla emocional del filme. Las escenas entre McGregor y Winnie the Pooh son las más poderosas de la película. Y sin esta dinámica bien lograda, la cinta no funciona.

Y más importante que nada, el guión de Alex Ross Perry, Tom McCarthy y Allison Schroeder, hace muy buen trabajo de respetar y rendir tributo a los personajes originales y la esencia de cada uno de ellos. En otras palabras, estos personajes sí son los que ya conocemos y adoramos de antes, y en ningún momento tratan de alterarlos. Esto es importante para que el factor nostalgia funcione al máximo. Entre los más destacables es el optimismo de Pooh y el pesimismo de Eeyore.

Lo malo…

Entre los desaciertos cabe mencionar que la historia presentada por Christopher Robin no es nada del otro mundo. En realidad, ya hemos visto algo similar en películas como Hook y The Kid, mientras que la mezcla de visuales CGI y live-action, ya se ha visto en filmes como Paddington y los Muppets. Aunque efectivo, no estamos hablando de algo revolucionario dentro de su género. De la mano con esto, la trama es bastante predecible, dejando poco espacio para sorpresas o giros inesperados. Lo que uno espera, básicamente es lo que uno recibe.

Cabe mencionar que luego de un llamativo primer acto, que genialmente fluye como video musical y/o montaje extenso sobre la vida de Christopher Robin, el segundo acto notablemente se estanca un poco en cuestión de ritmo. Adicional a esto, el tercer acto se siente un chin apresurado en atar todos los cabos sueltos nítidamente.

En fin…

Dicho esto, Christoper Robin hace su trabajo muy bien. Además de entretener, la cinta sabe cuando ponerte una sonrisa en la cara y cuando provocar varias lagrimas. La nostalgia vive de principio a fin en la cinta, mientras que el mensaje presente es uno muy bonito. Por más azucarada y feel-good que se sienta la película,  es imposible no caer rendido ante las gracias y sabiduría accidental de Pooh y sus amigos. Genial y encantadora, Christopher Robin cumple su promesa de entretener y conmover. Sin falta, recomiendo llevar una cajita de Kleenex para la miel y las lagrimas. 3/5